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Llevar al Cliente a Tomar Buenas Decisiones

La revolución digital  está creciendo acelerada por el aislamiento. Procesos empresariales y personales que hubiéramos esperado años en empezar los estamos viendo hacerse realidad. Portafolios digitales, tiendas en línea grandes y pequeñas, perfiles en redes sociales que se abren como una nueva forma de informar, divulgar y ofrecer.

Y esto exige creatividad, porque en este tsunami de contenido digital, hay que diferenciarse. Cada uno está buscando la mejor foto para su producto, el mejor adjetivo, el mejor sustantivo y hasta se puso de moda el diccionario de figuras literarias más usadas en la publicidad. Hágame el favor.

Llegados a este punto, algunos están recurriendo a los profesionales para adelantar su estrategia. Así que nosotros los que trabajamos en estos frentes digitales estamos teniendo un incremento en las actividades. Que el sitio web, que la fotografía de producto, que las redes, que los mails en lote, bueno, ya saben de lo que hablo.

Han llegado muchas llamadas y muchos tipos de solicitudes. Y está pasando algo. “Felicidad”, dirían algunos. Pero, más allá del quehacer de cada uno, amplio o específico, ¿Cómo decirle sí a todo lo que vaya llegando sin traicionarnos? Hace muchos años me llamaron de un lugar, para realizar unas etiquetas de un producto relacionado con salud. Todo fue llegar al sitio, presentarse, conocer el producto, entender la necesidad del cliente y salir corriendo para nunca más volver. ¿Qué pasó? Un señor equis necesitaba re-envasar un producto que llegaba del exterior, eliminar la marca que traía y poner una nueva, copiando una marca ya existente en un país europeo. Todo fatal. En nuestro país entonces no había tantos controles estatales y eso hubiera pasado desapercibido, seguramente. Y no lo acepté.

Pues hoy en una conversación con colegas ha aparecido este recuerdo. En el afán por verse más, destacar un producto o un servicio, atraer y vender, las personas quieren exagerar los beneficios, distorsionar y hasta mentir en los alcances y cualidades de ese algo. ¿Y nosotros qué hacemos? ¿Dejar ir el cliente a la puerta de al lado? O darle sin remordimiento al mouse y a la tableta hasta que Equis tenga su oscuro objeto del deseo. Desde mi experiencia me atrevo a decir que no aplica ninguna de las dos salidas.

En la gran mayoría de casos el cliente es una persona que tiene urgencia, y eso hace tomar malas decisiones en las estrategias. Nosotros como profesionales de lo que hacemos tenemos la experiencia, el conocimiento y las herramientas para llevar a él y a su producto por una estrategia sana, ética y diferenciadora.

Cosas aparentemente simples, como utilizar una imagen con derechos reservados (“ah, lo tomé de internet, ahí estaba…”) o usar una marca sin permiso, o más complejas, como acogerse a las normas de pauta en las diferentes redes sociales según el sector comercial del producto que se promociona; aconsejarlos a que todo sitio web debe llevar sus páginas de términos, condiciones y políticas de privacidad; avisarles que sus correos masivos pueden volverse spam y ser sancionados sus dominios; o hasta hacerles caer en cuenta que pueden ser demandados por publicidad engañosa, si lo detectamos.

Más allá de eso están nuestras propios límites morales, éticos o culturales. Si no estás de acuerdo con tu propia línea de pensamiento, pues toma tu decisión antes de abordar y adentrarte el proyecto, porque más adelante será mas complejo. Tu paz interior vale, tu esfuerzo vale, y el tiempo del cliente también.

Somos más que “herramientas especializadas” en armar discursos gráficos y gramáticos para un cliente. Somos personas con conocimiento buscando que otras personas logren sus objetivos. Al hacerlo, ese cliente será nuestro por más tiempo y tendremos más satisfacciones. Del otro modo, posiblemente alguien resulte lastimado en alguna parte del camino.

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